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Más Allá del ‘No Quiero’: Navegando la Selectividad Alimentaria en el Autismo con Empatía y Paciencia
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Estimados padres, cuidadores y educadores de la comunidad de 'Autismo Ecuador', hoy abordamos un tema que resuena en muchos de nuestros hogares: la hora de la comida. Para muchas familias, lo que debería ser un momento de unión y nutrición se convierte en un campo de batalla lleno de ansiedad y frustración. La selectividad alimentaria, a menudo malinterpretada como un simple "capricho" o mala conducta, es una característica común y compleja dentro del espectro autista. Es fundamental comprender que esta aversión a ciertos alimentos no es una elección deliberada para desafiar a los adultos, sino una respuesta genuina y a menudo abrumadora, profundamente ligada a la manera en que nuestros niños y niñas procesan el mundo sensorial que les rodea.

Para entender la raíz del problema, debemos mirar a través de una lente sensorial. Una persona en el espectro autista puede experimentar los olores, texturas, colores y sabores de una forma mucho más intensa. La textura de un puré puede sentirse pegajosa y desagradable en la boca, el olor de una verdura cocida puede ser insoportablemente fuerte, o la mezcla de diferentes alimentos en un mismo plato puede generar un caos visual y sensorial. Además, la necesidad de previsibilidad y rutina, tan crucial para su bienestar, también juega un papel fundamental. Un niño puede aceptar únicamente una marca específica de galletas o un yogur de un solo color porque le ofrece la seguridad de saber exactamente qué esperar, eliminando la ansiedad de lo desconocido que un nuevo alimento representa.

Entonces, ¿cómo podemos ayudar sin convertir la comida en una fuente de estrés? La clave es la paciencia y un enfoque gradual y libre de presión. La regla de oro es nunca forzar. Obligar a un niño a comer algo puede crear un trauma duradero y aumentar la aversión. En su lugar, podemos implementar estrategias respetuosas. Una de las más efectivas es la "exposición gradual". Esto significa presentar el nuevo alimento en la mesa sin la expectativa de que lo coma. Quizás el primer día solo esté en el plato, el siguiente pueda olerlo, luego tocarlo con un dedo, y así sucesivamente, celebrando cada pequeño paso sin agobiar. Involucrarlo en la preparación de la comida, permitiéndole lavar una verdura o mezclar ingredientes, puede disminuir el miedo a lo desconocido y fomentar su curiosidad de una manera lúdica y controlada.

Finalmente, recuerden que el objetivo a largo plazo no es que coman de todo, sino que tengan una dieta lo suficientemente variada para estar saludables y que la hora de la comida sea una experiencia positiva. Celebren las pequeñas victorias: que haya tolerado un brócoli en su plato sin una crisis es un gran logro. Busquen patrones en los alimentos que sí acepta (¿son todos crujientes? ¿de un color similar?) para intentar introducir nuevos alimentos con características parecidas. Y lo más importante, no duden en buscar el apoyo de profesionales, como terapeutas ocupacionales especializados en integración sensorial o nutricionistas con experiencia en autismo. No están solos en este camino. Con empatía, creatividad y un mar de paciencia, podemos nutrir a nuestros niños, respetando su forma única de experimentar el mundo.

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